Las montañas han crecido,
dijo el niño de la calle;
mientras, caminaba observando los edificios.
La tierra se ha endurecido;
dijo mirando las calles cubiertas de cemento.
Las plantas han cambiado;
dijo mirando las flores de plástico sobre las ventanas.
Los hombres no son los mismos;
dijo mirando cerrarse una puerta sobre sus narices.
Luego, de una pausa prolongada,
dijo: el único que no ha cambiado soy yo,
porqué aun conservo los harapos del ayer,
y, mi estomago se retuerce de hambre,
viviendo cada día; esperando
cambiar de una vez.
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